Hablar de religión siempre es un tema delicado, el sistema de creencias es algo personal, íntimo y que sólo compete al círculo privado y familiar, sin embargo, que sucede cuando nuestras creencias religiosas trascienden más allá de nuestro circulo personal.
Por Dr. Jorge Carlos Medina
Hablar de religión siempre es un tema delicado, el sistema de creencias es algo personal, íntimo y que sólo compete al círculo privado y familiar, sin embargo, que sucede cuando nuestras creencias religiosas trascienden más allá de nuestro circulo personal.
Esto no sólo son cuestiones civiles como las que pueden ser el matrimonio religioso o la creencia que vamos inculcar a nuestros hijos ya sea bajo una creencia especifica o como libres pensadores.
Hay algunas religiones que prohíben el consumo de ciertos alimentos o exigen una preparación especial, guardar algunas fiestas especificas o la realización de actividades o ritos en fechas fijas o móviles, cada creencia es justamente eso, una creencia, una fe que nos conduce a algo que es superior a nosotros ya sea: Dios, Jhavé, Jehová, Buda, Krishna, Al-lāh, Jesús, Shiva, Ganesha y la lista sigue; hay tantas creencias en el mundo como formas de pensar existen, sin embargo, aunque estas creencias son diferentes todas están encaminadas al mismo lugar, alcanzar el paraíso, una vida mejor, la vida eterna e incluso el ser libre pensador conlleva un sistema de creencia sobre una cosmovisión teológica.
Este sistema de creencias cuando traspasan el umbral de lo privado y se materializan en la sociedad entraran en un equilibrio con la “norma de los hombres”, es decir, se debe ponderar o equilibrar cómo la creencia religiosa empata con la ley que como sociedad hemos creado.
La vida es el bien supremo; jurídico, social, religioso, moral, personal; en cualquier ámbito que lo pongamos privar de la vida a alguien es malo, y tendrá una sanción.
Pero queremos plantear un punto que quizá poco reflexionamos, cuándo decimos VIDA nos referimos a está o la siguiente… no confundamos y pongamos las cosas en claro, no estamos hablando de reencarnación o resurrección, sino de nuestro sistema de creencias cuando entran en conflicto dos o más derechos fundamentales, en este caso: la VIDA, la SALUD y la RELIGIÓN.
Un derecho fundamental de las personas es escoger el tratamiento médico que más les convenga, y si bien es cierto, el médico es quien determina esto, nosotros podemos opinar sobre el tratamiento en función de nuestras dudas, temores y si, también sobre la base de nuestras creencias.
Hay religiones que les está prohibido realizar fiestas o ingerir bebidas alcohólicas o bien que ingrese al cuerpo cualquier sustancia que resulte nociva, también hay las que establecen que sí no se cumplen los cánones religiosos no gozaremos de las gracias o salvación que la misma religión promete.
Así también hay creencias religiosas en las que el cuerpo sana solo, o bien por intervención divina, lo cual es muy respetable en función de la creencia de toda persona, ya que lo que debe existir siempre es el respeto entre las creencias de cualquier tipo, tanto si son ideológicas, religiosas, políticas y hasta deportivas, eso nos hace convivir sanamente en sociedad, siempre que no afecten a un tercero.
Ahora bien, como personas adultas tenemos derecho a elegir la forma en la que educamos a nuestros hijos y por estar bajo nuestra custodia y responsabilidad también a elegir los tratamientos médicos cuando así lo requiera en función de lo que más les favorezca, después de todo, queremos lo mejor para nuestros hijos.
Sin embargo, qué debemos decidir si en determinado momento hay que tomar una decisión en la que entren en conflicto los tratamientos médicos con nuestras creencias religiosas provocando que se comprometa la vida.
Esto no es un tema menor ni sacado de la imaginación, son cuestiones muy delicadas y serias en los que van a colisionar un torbellino de ideas en donde es nuestra voluntad contra la voluntad de Dios (sea el nombre que cada uno le dé) y vamos a pensar en que la vida de nuestros hijos, es lo más importante, y este es el punto medular, ¿CUAL VIDA? La terrenal o la venidera, tal vez la eterna; quizá piensen que rompe con toda lógica, sin embargo, en los tribunales nacionales e internacionales este tema es cada vez más frecuente, niños con enfermedades terminales o procedimientos quirúrgicos o tratamientos invasivos muy complejos en los que el médico a jurado preservar la vida y la calidad de vida, y que puede incurrir en una cuestión de daños, personales y morales de carácter irreversible.
Como adultos podemos decidir sobre nuestra persona, pero en el caso de los menores, decidimos nosotros sobre la voluntad del interesado sujeto a un tratamiento que vive bajo un sistema de creencias inculcado por nosotros y que apenas está forjando su pequeña personalidad.
Los hoy llamados derechos humanos contemplan un principio llamado progresividad, es decir, que estos van evolucionando junto con la sociedad, igualmente nuestras leyes contemplan la protección más amplia a la persona (conocido como pro homine), así como poder acudir a normas internacionales y convenciones en busca de la mejor solución a un conflicto en el que prevalezca lo mejor para la persona.
Este tema, como se señaló al principio es delicado, y no es poco común, por el contrario, se está volviendo cotidiano y debe interesarnos a todos ya que siempre se guarda una opinión, porque somos personas de ciencia pero también de fe, igualmente entes sociales.
ESTRATEGIAS JURIDICAS es un despacho comprometido y especializado en la defensa de los derechos fundamentales y constitucionales de las personas, en donde encontramos temas como salud, bienestar, vivienda, religión, vida, dignidad, entre otros.
Cuando nos enfrentamos a temas en los que no sabemos como decidir, a quien acudir, no solo enfrentamos una situación difícil pero tampoco sabemos quien es el especialista adecuado, recuerden que todos gozamos de derechos y esos derechos los tenemos solo por ser personas, no tiene que ver si tenemos o no capacidad; adultos, tercera edad o menores, todos estamos bajo el cobijo de un sistema de normas que nos protege en busca del máximo beneficio. Esto no es un tema de si la ley o la política se cumplen, sino de que nosotros nos acerquemos a hacer valer estos derechos porque la ley y los tribunales no funcionan en automático, se deben hacer girar los engranajes de la legalidad en busca de eso que llamamos justicia, que no es más que la constante y perpetua voluntad de otorgar a cada quién lo que corresponda.